El argentino Fernando «El Pumita» Martínez no dejó anoche dudas en la revancha, con el filipino Jerwin Ancajas, demostró que lo sucedido en febrero en Las Vegas no fue producto de una noche afortunada y dejó claro que es un auténtico campeón, en condiciones de codearse con los mejores de la categoría en las 115 libras.
Martínez retuvo la corona supermosca de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) en la topada realizada en el Dignity Health Sports Park de Carson, California, con una actuación que superó la anterior, con tarjetas más generosas que las registradas en el Cosmopolitan de Las Vegas.
Las tarjetas de 118-110 (Tiffany Clinton), 119-109 (Ellis Johnson) y 118-110 (Zachary Young) fueron elocuentes en cuanto a la superioridad del argentino, que lució en gran forma ante un pugilista de primer nivel, que llegó mejor preparado que en la noche del 26 de febrero.
El equipo del filipino utilizó en aquella ocasión el argumento de una preparación deficiente que obligó a Ancajas a bajar de peso a último momento, amagó con un ascenso a la categoría superior por ese motivo y finalmente ejecutó la cláusula de revancha directa que se suele utilizar en los contratos.
Esta vez, sin excusas, «El Pumita» lo volvió a superar con claridad a partir de una preparación física y mental excelente, que incluyó la contratación de dos sparrings extranjeros, una señal de que no escatimaron gastos a la hora de encarar la revancha.
Martínez, el único campeón mundial argentino tras la derrota de Brian Castaño, ejerció una presión constante, superó a Ancajas en velocidad y en combinaciones, y hasta pudo noquearlo en los rounds finales, lo que no logró porque todavía no tiene el rodaje necesario en este tipo de peleas.
Y es que el bonaerense es un boxeador que no alcanzó su techo pese a que ya tiene 31 años y combatió en cuadriláteros extranjeros como Sudáfrica, Dubai y dos veces en Estados Unidos.
Lleva apenas cinco años como profesional, campo al que pasó en agosto de 2017, después de representar a la Argentina en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, y suma apenas 15 peleas en esa condición, muy poco si lo comparamos por ejemplo con su par del Consejo Mundial de Boxeo, el mexicano Juan Francisco Estrada, que tiene un año más que le argentino y suma 45 peleas.
Esa falta de experiencia es, por el contrario, uno de sus atributos porque a su edad no es un pugilista «gastado» y como tiene un enorme deseo de progresar y es amigo del trabajo en el gimnasio, su evolución es muy probable.
El «vengo desde los 11 años luchando para poder comprarle una casa a mi familia. Creo que con un par de defensas más lo voy a poder lograr» tras la victoria no fue una frase al viento de alguien que tuvo una infancia difícil por las carencias, que inclusive resistió un desalojo, y que encontró en el boxeo un camino para un futuro mejor.
Ese futuro no será sencillo porque en las 115 libras hay figuras como el mexicano Estrada o el nicaragüense Román «Chocolatito» González, y buenos campeones como el japonés Kazuto Ioka (OMB) y los texanos Jesse Rodríguez (CMB) y Joshua Franco (AMB).
Además, por estructura física difícilmente puede ascender de peso, ya que es relativamente pequeño si se lo compara con los otros monarcas, mucho más si pasa a la división de los gallos.
A su favor «El Pumita» tiene una excelente condición física (suma unas 50 peleas entre amateur y profesional), un muy buen preparador como Rodrigo Calabrese y un enorme deseo de mejorar, de no conformarse con el haber concretado el sueño de su vida y relajarse.
En este contexto, quizás lo más aconsejable sea realizar una o dos defensas voluntarias para mantener el ritmo de pelea grande y después encarar un gran combate ante alguno de los tops o buscar una unificatoria con los otros campeones.
Estrada y González completarán su trilogía el próximo 3 de diciembre, en Glendale, California, en la mejor pelea que puede brindar la división y su ganador va a ser el gran objetivo de los otros monarcas para un choque por la gloria y por una bolsa importante.
Y a mediano plazo ese también puede ser el objetivo de un chico humilde, que sueña con pelear en la Bombonera de sus amores y que en silencio, y con gran sacrificio, llegó a ganar un título mundial y demostró anoche ser un auténtico campeón.
Fuente: Télam